miércoles, 17 de noviembre de 2010

El casamiento Gay

“LOGRAR LA IGUALDAD SOCIAL ES UN PROCESO LARGO"

Por Lucía Rinaldi (Comisión 35)
A través de su mediatizada lucha para casarse con José María Di Bello, Alex Freyre le dio un gran impulso al debate por la aprobación del matrimonio homosexual. Con la ley ya promulgada, asegura que siempre confió en que se iba a obtener ese derecho. Mientras tanto sigue trabajando para el cumplimiento de otros objetivos, siempre en contra de la discriminación.
Alex Freyre se hizo conocido mediáticamente hace muchos años por un episodio lamentable que cambió su vida para siempre. Siendo todavía adolescente, víctima de la ausencia de políticas de Estado que apuntaran a la prevención, se infectó con VIH. Sin embargo, con su juventud y su carisma supo hacer de su problema una solución para los demás, y se animó a prestar su testimonio en distintos medios para evitar que a otros les pasara lo mismo. En 1995 creó la fundación Buenos Aires SIDA, a través de la cual brinda charlas de educación sexual en escuelas públicas, para que 60 mil adolescentes por año aprendan a cuidarse de la enfermedad. Cualquiera se hubiera sentido satisfecho, pero él fue por más. Alex es gay, quería casarse con su novio, y lo logró: el suyo fue el primer matrimonio entre varones que se concretó en América Latina. A partir de ahí volvió a recorrer los canales de televisión y llenar las páginas de los diarios, luchando contra la discriminación. Y una vez más ganó la batalla: el matrimonio igualitario ya es ley en Argentina.
Cuando les prohibieron el casamiento en Buenos Aires dijo: “Ésta es una decisión que trasciende a dos personas que se aman. Vamos por los derechos de todos, la igualdad civil y jurídica”.
¿Se imaginaba que en menos de un año realmente se iban a conseguir esos derechos?
Sí, claro. Cuando nosotros nos casamos sabíamos plenamente que estaba cambiando la historia. Tenemos mucho conocimiento de esa realidad por lo que viajamos y compartimos con otras parejas. Y sabíamos que era un proceso irreversible en la conquista de la ley.
¿Qué significó para usted poder concretar el matrimonio con José María?
Fundamentalmente la seguridad, saber que si a uno le pasa algo el otro está jurídicamente protegido. Mucho no cambia, el amor es el mismo. Sí nos afectó mucho haber sido los primeros, toda la exposición mediática. No estamos más contentos porque estamos casados, pero sí porque a partir de esta hazaña que fue nuestro casamiento se pueden casar nuestros amigos.
¿Y piensan en adoptar?
No. Sobre todo yo. Ahí tenemos un problema de pareja, ¿ves? Como en toda pareja, nos pasan las mismas cosas. A mí me gustaría resolver lo económico antes de comprometerme a cuidar a un hijo. Él confía más en que vamos a crecer y se jugaría hoy. Pero como cualquier matrimonio queremos disfrutarnos un poco sin chicos, todavía no hace un año que nos casamos.
En los medios se mostraba como un hombre fuerte, invencible, siempre de pie. ¿Cómo lo vivió por dentro? ¿Sintió que se quebraba? ¿Pensó qué pasaba si esta movida fallaba?
¿Sólo eso se veía? Me estaba divirtiendo muchísimo. Disfrutaba, era David contra Goliat. Lo primero que tuve que desactivar para poder hacerlo fue mi propia homofobia internalizada. Desde ahí me mantengo fuerte y entero, no hay derrota posible. Obvio que tuvimos muchos momentos de emoción, de intimidad, de incertidumbre. O situaciones extrañas como levantarte y tener una guardia periodística en la puerta de tu casa, no poder cumplir con compromisos de trabajo porque esto nos desbordó. Y además teníamos que preocuparnos por alimentarnos bien mientras duraba toda esta movida, tomar los medicamentos, hacer los controles médicos. No fue fácil.
¿Cree que la sociedad argentina está preparada para aceptar el matrimonio igualitario?
La mujer puede votar hace 40 años y todavía no logra igualdad en cuanto a aspectos económicos o laborales. Lograr la igualdad social es un proceso largo. Tenemos dos mil años de cultura católica imponiéndose sobre el mundo. Deshacernos de eso va a llevar mucho tiempo, pero la herramienta legal ahora la tenemos y la vamos a usar.
¿Y la Iglesia podrá adaptarse también, o seguirá pecando de ignorante?
Si vos sostenés que lo que Dios quiere es que las personas lleguen vírgenes al matrimonio, que no usen preservativo, que no haya educación sexual, que el aborto sea punible, que no exista el divorcio, entonces te estás manteniendo en la ignorancia de lo que pasa en la realidad social. Por supervivencia va a tener que adaptarse, si no va a desaparecer como institución. Dentro de algunos siglos seguramente pedirán perdón por su posición con respecto al preservativo, los curas podrán casarse y tener hijos, habrá sacerdotes mujeres. La religión se va a parecer mucho más a la palabra de Cristo.
¿Cómo le parece que va a seguir el proceso en América Latina? ¿Argentina será el modelo a seguir?
Se está dando. México ahora tiene la ley, otros amigos de Latinoamérica están impulsando lo mismo y se está discutiendo en sus países. Y ojalá que esto también allane el camino hacia otros derechos, no solamente de la diversidad sexual, si no también derechos sociales para sectores que necesitan ser protegidos por el Estado.
La ley de matrimonio era un objetivo que se venía persiguiendo hace muchos años y se cumplió. ¿Cuál es la próxima meta?
Lo que estamos trabajando ahora es la ley de identidad de género. Logramos la media sanción en diputados para que la ley antidiscriminatoria incorpore orientación sexual e identidad de género. El tema de los edictos policiales va más lento pero se está avanzando, en Santiago del Estero, en Santa Fe. Si me dejás soñar e ilusionarme, habría que modificar el artículo 2 de la Constitución justamente para que se produzca una real separación entre el Estado y la Iglesia; despenalizar el aborto; garantizarse la implementación de la educación sexual; resolver el tema de los pueblos originarios; abordar una política de medio ambiente más efectiva. Y solucionar el tema de la violencia de género, eso es primordial.

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