martes, 26 de octubre de 2010

Peligro de derrumbe

Por Ivana Szerman (Comisión 34)

La toma en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA transita su tercera semana con el desarrollo ininterrumpido de clases públicas. La numeración en los árboles reemplaza las aulas e indica dónde se desarrollarán algunas clases, a veces interrumpidas por un habitante de la cuadra que necesita ingresar con el auto a su cochera. La situación desdibuja los roles cuando una alumna le pide al profesor de Historia de los Medios Julio Moyano que dé clase pública y él se rehúsa. La distancia se va borrando cuando se dirige a ella como “flaca” o habla de “situación de mierda” o de “movida” a la cual él no pertenece. Aduce la ausencia de seguro si las clases son dictadas fuera del aula, pero ante la pregunta acerca de cómo conseguir un edificio en condiciones, la respuesta no aparece.
Al interior de la sede de Parque Centenario abundan los carteles que sostienen que Macri y Kirchner destruyen la educación, y que bloquean las escaleras para acceder al primer piso o a las aulas. La entrada de la calle Franklin 54 está tapeada por pupitres. Un cartel que dice “CINE PARA DEBATIR” invita a entrar al aula 10, en cuya pared un grafitti dice “PELIGRO DERRUMBE: SE CAE LA SEDE”.
Al recorrer el barrio se pueden encontrar clases de filosofía en los bares aledaños a la facultad, con un profesor sentado en medio de 10 alumnos que toman apuntes y un café. La charla de café tan denostada en las clases tradicionales es ahora una literalidad.
Al bajar la luz, los estudiantes se van agrupando para cortar calles. Río de Janeiro aparece congestionada y el motivo se explca al llegar a Corrientes: un centenar de estudiantes de la UBA y el IUNA cantan si el dinero no está/qué quilombo se va armar/le cortamos la calle y le tomamos la facultad. Con filmadoras hechas con cajas de zapatos y banderas, no sólo se manifestarán en almagro, sino también en la multitudinaria marcha a Plaza de Mayo en conmemoración de la Noche de los Lápices del 16 de septiembre. Allí se sumarán exóticos maquillajes, gigantezcos lápices hechos con cartón, representaciones de la muerte de la educación, y muchos cánticos más, que ya se escucharon en las asambleas estudiantiles: que cagazo, que cagazo/obreros y estudiantes como en el cordobazo; a ver a ver/quien dirige la batuta/los estudiantes/o el gobierno hijo de puta; no se escucha/no se escucha/docentes y estudiantes unidos en la lucha; o vamos compañeros/hay que poner un poco más de huevos/marchemos todos juntos nuevamente/la educación del pueblo no se vende/se defiende.
Desde el congreso, dos columnas de más de 50 mil personas se desplazan hacia la Casa de Gobierno: una, por Rivadavia, a cargo de los estudiantes secundarios, y la otra conformada por un sinnúmero de agrupaciones estudiantiles, sindicales, obreras y políticas, que, nutridas de banderas de todos colores (y llegado cierto momento, también de bengalas), circulan por 9 de Julio y Diagonal Norte, en completa ausencia de fuerzas policiales o ambulancias, y siguiendo el camión que, cargado de dirigentes, va marcando el camino.
Ya en la plaza de Mayo, los presidentes de la FUBA, Itai Hagman y Alejandro Lipcovich manifestaron que “se trata de la marcha por la educación más grande que nos tocó vivir a la mayoría de los presentes. También venimos a señalar a los responsables: el poder político. No se trata de un funcionario o un gobierno, sino de una política sistemática del Estado contra la educación pública que gobierno tras gobierno profundiza” y explicitaron los motivos de la lucha: “Estamos acá por lo nuestro, que es una educación pública, gratuita y de calidad en todos los niveles y en todo el país. También venimos a reivindicar los métodos históricos del movimiento estudiantil y docente, y continuar la lucha. A 34 años, los lápices siguen escribiendo”.

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