jueves, 21 de octubre de 2010

"Edificio único ya"

Por Lorena Romero (Comisión 35)
La avenida Corrientes, histórico escenario de múltiples manifestaciones artísticas, presencia en esta oportunidad el baile y la música de otros actores. Por sobre los bombos, gritos y aplausos, en toda la manzana se logra escuchar el cántico de una pequeña multitud de jóvenes “¿Dónde está, dónde está, el presupuesto dónde está?”. Sin superar el número de treinta, logran cerrar el paso a los vehículos de la avenida, exhibiendo una bandera que exclama “Facultad tomada”.
Sobre la vereda, montañas de pupitres verdes van formando un camino, que tal como el de Alicia en el país de las maravillas, es seguido por decenas de chicos, expectantes, hasta las puertas de la Facultad de Ciencias Sociales, sobre la calle Ramos Mejía.
Allí se pueden ver sobre el pavimento, cinco rondas de estudiantes que presencian distintas clases públicas. A pesar de lo precario de la situación, se encuentra establecida una atmósfera de organización, mediante carteleras, coordinadores y claras directivas a seguir.
En la entrada de la facultad un grupo de personas, aparentemente estudiantes, tienen a su cargo la administración de la toma, deciden quién ingresa al edificio y quién no, designan áreas para el dictado de las clases, y emiten comunicados a través de un megáfono, que se impone sobre las voces de profesores y alumnos.
“¿Sabés si vino alguien de la cátedra Ferrer?”, pregunta Candelaria a una chica que estaba escribiendo sobre la cartelera, quien le responde negando con la cabeza.
En el interior, la decoración estrena cintas de peligro como las utilizadas en la construcción, y afiches políticos empapelan las paredes con diversos reclamos: “Edificio único ya”, “Subsidios para becas”, “Comedor en constitución”, “Cierre de las causas a estudiantes”. Las aulas se encuentran virtualmente cerradas, ninguna cerradura tiene llave pero las luces están apagadas, no quedan sillas, y las puertas están bloqueadas con carteles o mesas de madera. La gente circula buscando información sobre dónde ir, todos parecen distraídos, pero sin embargo, como si se tratara de un panóptico, en cada pasillo hay alguien observando. Cuando un alumno quiere ingresar a un aula, aparece un delegado, que no se presenta como tal, pero le informa que las clases son públicas, y a continuación le ofrece conseguirle un lugar para sentarse. “No se puede ingresar a las aulas, la facultad está tomada”, exclamó el chico alto y rubio, de unos 26 años aproximadamente, que escoltaba a los alumnos hacia la cartelera.
Mientras tanto, el edificio de sociales sigue descascarándose, no conserva ni su nombre completo en la fachada, y no ofrece ni una biblioteca en la cual refugiarse. Pero la voluntad de aprender sigue, muchos estudiantes se organizan para continuar con la cursada y no perder las materias, se consiguen permisos especiales para rendir parciales dentro de un aula, y se desarrollan planes alternativos para avanzar con los trabajos. Ante este cuadro ciertos reclamos se vuelven innegables, pero inevitablemente una pregunta se infiere en muchos rostros, ¿Será este el camino correcto?

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