miércoles, 30 de junio de 2010

Blanco y radiante va el Colón

El coliseo reabrió sus puertas con dos actos
que dividieron al pueblo de las altas esferas sociales.
La multitud comentó la ausencia de la presidenta
y olvidó el conflicto de los empleados desplazados.


Por Mariel Castro (Comisión 35)
En el marco de las celebraciones por los 200 años de la Revolución de Mayo y después de tres años y medio de refacciones, el Teatro Colón fue reinaugurado con dos actos separados. Por un lado, la Función de Gala para 2700 invitados del ambiente de la cultura y la política nacional, en el que se destacó la ausencia de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Por el otro, un evento previo en la calle, que contó con una proyección de imágenes sobre el edificio para una multitud. En ninguno se vio reflejada la problemática de 400 ex empleados del Coliseo que fueron desplazados de sus funciones por el actual gobierno de la Ciudad.
“¡Ay!, ojalá que no llueva, sino no se va a ver nada”, comenta una señora mayor a su amiga mientras se agarran del brazo. Desde temprano, ellas, como otra gran parte de las personas, se acercaron a pie a las inmediaciones del teatro. Los organizadores decidieron cortar las calles aledañas - Suipacha, Avenida Corrientes, Cerrito, Lavalle, Uruguay y Avenida Córdoba -, misión que llevó a cabo la recién estrenada Policía Metropolitana y oficiales de la Policía Federal.
Hombres y mujeres. Grandes y chicos. Padres, hijos, abuelos, tíos y nietos. Familias enteras, parejas de enamorados o grupos de amigos. Algunos vestidos de sport, otros con prendas elegantes. Varios con sus mascotas y pocos con el mate. Todos con un deseo en común: que empiece el show.
De repente, una voz en off, que pareciera venir del más allá, anuncia: “Informamos a los presentes que el espectáculo se demorará y comenzará 19.30”. Los que están allí parados, desde hace varias horas, contestan con abucheos.
Mientras tanto, por la calle Libertad, comienzan a llegar las personalidades que asistirán a la Función de Gala. Mirtha Legrand, Susana Jiménez, la modelo Valeria Mazza, los periodistas Chiche Gelblung, Mónica Gutiérrez y Magdalena Ruiz Guiñazú, los bailarines Eleonora Cassano y Julio Bocca y el humorista Enrique Pinti, entre otros. Nadie quiso estar ausente, hasta el mediático Ricardo Fort se hizo presente.
“¿Viste?, al final ella no vino. Se lo hizo a propósito”, le dice una a mujer a su marido del otro lado de la valla, que separa a estos personajes del resto de la sociedad. Se refiere a la presidenta, quien rechazó públicamente la invitación del Jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, luego de que éste denunciara en los medios que su marido – el ex primer mandatario Néstor Kirchner -, le había “armado” la causa por las escuchas ilegales en la que quedó procesado.
Pero, para no quedarse solo en el Palco Ceremonial, Macri invitó al presidente de Uruguay, José Pepe Mujica, y a varios representantes de la oposición: el vicepresidente Julio Cobos, el gobernador de Santa Fé Hermes Binner, el diputado por la Provincia de Buenos Aires Francisco De Narváez, entre otros.
Media hora más tarde, la gente en la calle comienza a aplaudir. Las luces se van apagando y, entre las cabezas, se puede ver un único cartel: “Macri = teatros Colón y San Martín privatizados”. Algunos se codean, señalan al hombre que lo sostiene y se ríen, pero ninguno hace comentarios.
Comienza la música en un negro profundo que inunda la Avenida 9 de Julio. Imágenes en 3D y juegos de luces comienzan a proyectarse sobre la fachada del edificio. Es un documental histórico con videos de artistas de la talla de Luciano Pavarotti, José Carreras, Plácido Domingo, María Callas, Darío Volonté, José Cura y testimonios de personalidades destacadas que pasaron por allí como Pedro Calderón, Pía Sebastián y Julio Bocca.
Gracias a nueve proyectores de alta tecnología que utilizan un sistema apodado mapping, se puede relatar la historia del Colón desde su inauguración el 25 de mayo de 1908, con una la ópera de Giuseppe Verdi, Aida, cantada por una compañía lírica italiana.
La proyección también citó el proceso de reconstrucción que comenzó en 2001 con el objetivo de refaccionar hasta el último rincón de los 58 mil metros cuadrados que tiene el teatro. El 30 de octubre de 2006 sus puertas se cerraron con un último concierto dedicado a la música nacional, por lo que no se pudo festejar el Centenario de su nacimiento. Hoy, según fuentes oficiales, se reabre como resultado del trabajo de más de mil obreros y técnicos argentinos, y una inversión total de 400 millones de dólares, a pesar de que falte concretar un 10 por ciento de las obras, como los camarines y las salas de ensayo.
La imagen del bailarín Maximiliano Guerra aparece sobre las paredes, mostrando los ambientes internos refaccionados, y asegura: “Tienen que venir, el Colón es de todos”.
Sin embargo, no todos pudieron apreciarlo de la misma manera. El audio se cortó en dos oportunidades y las imágenes tridimensionales no pudieron ser vistas por los que estaban en los laterales. Tampoco se pudo disfrutar totalmente del show que realizaron 150 artistas del ballet estable del Colón en un pequeño escenario ubicado sobre el frente.
Mauricio Rial, un director de cine paraguayo que vive en Argentina hace cinco años, se pregunta: “Yo no sé si ustedes los argentinos se dan cuenta de lo que tienen aquí. A mí me gusta la música clásica y he podido visitar el teatro antes de que lo cerraran. Es increíble, ahora voy a volver a ir”.
Sobre el edificio se proyecta la bandera argentina y comienzan a sonar las estrofas del Himno Nacional. La gente canta en un tono monocorde. En medio de la imagen celeste y blanca, se divisa un gran cartel de fondo negro que, en letras naranjas formadas por luces intermitentes anuncia: “Si tome alcohol, no maneje”, en una 9 de Julio en la que no transitan autos, sino personas. El sonido se mezcla con la música del artista folklórico Chaqueño Palavecino, quien está tocando, en éste mismo momento, en el escenario del Paseo del Bicentenario, montando en el Obelisco.
Las paredes del Colón se oscurecen. La multitud queda en silencio como esperando que algo más suceda. Dos chicas se preguntan: “¿Y ahora qué?, ¿Tanto lío para esto?”. Las cabezas comienzan a dispersarse y, cuando más de la mitad de la multitud se ha ido, se conectan las cámaras ubicadas adentro del edificio para mostrar el “otro” acto.
Marcelo Cueto, un vecino del barrio porteño de Caballito, asegura: “Ahora uno pasa por el Colón y está limpio. Pero, estaría bueno que se volviera más popular, un verdadero punto de encuentro”.
La celebración llega a su fin, pero nadie se acuerda de los 400 empleados del teatro que fueron desplazados de sus funciones por el actual gobierno porteño, a pesar de que la justicia haya fallado dos veces a su favor. En esta historia, ellos son los únicos que no tiene ningún motivo para festejar.

Destacado:
“MACRI= Teatro Colón y San Martín privatizados”,
denunciaba un cartel que levantaba un señor
sobre las cabezas de la multitud.

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