martes, 15 de septiembre de 2009

EL FÚTBOL INFANTIL, UNA EXCUSA

Por Nazaret Mossier (Comisión 8)
La mañana del 15 mayo de 2008 cuando Jeremías Valdez cumplía 6 años su padre le regaló por primera vez una pelota de Fútbol.
“Es para vos hijo, sé que harás grandes cosas con ella”, le dijo mientras le entregaba el regalo envuelto en papel celofán azul.
Jeremías abrió ansioso el presente rompiendo con todas sus fuerzas el papel. Sus orientales ojitos negros brillaban y su sonrisa resplandecía en su cara.
“¡Gracias pá!”
Blanca, la mamá de Jeremías, abrazó a su hijo y lo acompañó al jardín para que estrenara su pelota. El nene corrió por el pasillo de la pequeña casa hasta el exterior y comenzó a patear el balón ante la mirada atenta de sus padres que lo contemplaban emocionados.
Desde el día de su cumpleaños Jeremías pasaba horas en el jardín jugando con su pelota nueva hasta que un día le dijo a su madre que quería jugar al fútbol.
Blanca lo consultó con su esposo y éste accedió a la propuesta sin resistencias.
Anotaron a Jeremías en el Club Minerao de Avellaneda, una institución ubicada a unas pocas cuadras de la casa de la familia Valdez. El entrenador, Ariel Alonso, le comentó al padre del niño que el club participaba de los torneos de Baby fútbol y que si el chico tenía “pasta” iba a poder llegar a la primera división de los grandes clubes argentinos.
“Mañana empezás fútbol, Jere. Papá te anotó en un club”, le dijo Adolfo Valdez a su hijo mientras lo abrazaba.
El nene saltó de alegría y su madre lo acompañó a su habitación porque al día siguiente Jere tenía que ir al jardín.
Jeremías empezó la escuela de fútbol el 22 de Mayo de 2008. Para “Pitino”, como lo llamaban en el club debido a su pequeña contextura física, el fútbol era un juego. Ir al club era una actividad que el niño disfrutaba porque se divertía y compartía buenos momentos con sus compañeros. Su padre no se perdía ningún entrenamiento y seguía atento las jugadas de Jeremías y las indicaciones del entrenador.
“El Baby es la representación del toque y de la gambeta, del fútbol de potrero, de la pelota que no se detiene y sale poco, con precisión, clase y piruetas”, alguna vez le explicó Alonso a Valdez en el final de un entrenamiento. Pero para Valdez eso no era suficiente. Quería ver triunfar a su hijo, lo quería ver en la cumbre del fútbol nacional y cobrar sus pases millonarios. Sus palabras sustentaban este deseo:
“Vos tenés que ser el mejor, Jere. Tenés que sobresalir. Algún entrenador importante va a venir a verte y te va a llevar a otro club mejor que éste”.
El niño no comprendía las órdenes de su padre, simplemente disfrutaba del deporte que amaba y participaba de los torneos del Baby con su equipo.
El señor Valdez acompañaba al nene a todos los partidos, charlaba con los padres de los compañeros de su hijo, con los entrenadores y se peleaba con los árbitros cuando juzgaban una jugada de manera contraria a su opinión.
El 25 de junio llegó el partido más esperado: la final. El Minerao de Avellaneda contra el Estrella de Maldonado de Palermo.
Jeremías estaba muy entusiasmado y su padre nervioso.
El partido se desarrolló en medio de un clima de locura, desesperación y violencia porque Valdez no era el único que canalizaba sus propias frustraciones a través de su hijo, la mayoría de los padres de los niños contaban con ese plus de adrenalina.
El equipo de Jere ganaba por 8 goles contra 0 cuando el árbitro indicó el final del primer tiempo. Los nenes partieron hacia el vestuario con Alonso, el entrenador. Dentro de este lugar, un empujón asustó a los que miraban con ojos de niño; un puño anónimo pegó con fuerza sobre el director técnico y una voz (la del dueño de los nudillos) dijo: “Esta final la gana Palermo, ¿Entendés?” Detrás del hombre que hablabla había otras 7 personas. Alonso corrió hacia la calle y abandonó a los nenes. En el estacionamiento le volvieron a pegar. Terminó con el hombro dislocado, una costilla fisurada y sufrió cortes sangrantes en la nariz, una oreja, y los ojos.
El partido fue interrumpido y la liga FAFI está analizando la suspensión del club Estrella de Maldonado del torneo.
A Valdez las cosas le salieron mucho mejor que a Alonso. El partido no terminó y todavía no hay un campeón, pero un grupo de representantes de Banfield se acercó al papá de “Pitino” -como lo apodan a Jeremías- charló con él, le ofreció zapatillas, ropa y 200 pesos por partido para que el nene juegue en el equipo. Valdez aceptó la oferta, firmó un contrato privado y Jere tuvo que cambiar de club, amigos y categoría.

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