jueves, 10 de julio de 2008

Pablo Reyero: Un hacedor de caminos

Por Mariano Garuti (Comisión 8)
Pablo Reyero se define como un tipo callado, de pueblo chico. Tal vez la condición de su lugar de origen lo llevó a ocuparse de temas marginales o, como prefiere considerar, “marginalizados”. Sus realizaciones, que tienden a mostrar los costados menos glamorosos de la sociedad, llegaron a competir con superproducciones de Hollywood en festivales internacionales como el de Cannes. En una conferencia llevada a cabo en la facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA), este pueblerino de pocas palabras no hace silencio y cuenta, entre otras cosas, cómo fue el camino que lo llevó a ocupar un lugar destacado en el cine nacional.
En 1988, Reyero partió de su Villa Gesell natal con el objetivo y el hambre de estudiar. El destino fue la ciudad de Buenos Aires; su casa de estudios, la facultad de Ciencias Sociales de la UBA.
¿Por qué eligió la carrera de Ciencias de la Comunicación?
En realidad, buscaba un bagaje teórico amplio y esta carrera me lo dio. Fui construyendo una herramienta para analizar la realidad y, a fin de cuentas, me sirvió para la vida en general y la profesión en particular. La teoría de la UBA no se encuentra en otro lado, hay que valorarla, y aunque al final sentí que me faltó práctica, traté de que sea el trabajo el lugar para adquirirla.

En 1995 Reyero recibió el título de Licenciado en Ciencias de la Comunicación. Ese mismo año comenzó a realizar, como autor/director, su segundo documental, Dársena Sur. En él, representó temas como la juventud, marginalidad y violencia, a partir de tres historias de vida de jóvenes que viven en los alrededores del polo petroquímico de Dock Sud, ubicado a sólo cinco minutos del centro de la ciudad de Buenos Aires, y considerado el lugar más contaminado del país.
¿Cómo surge la decisión de lo “marginal” a la hora de hacer documentales?
Yo vengo de un mundo más cercano a eso, tiene más que ver conmigo. Soy de Villa Gesell, de una familia de clase baja, me crié prácticamente en la naturaleza y siempre fui medio callado, de observar desde cierta distancia las cosas. Eso hace que con el tiempo uno vaya teniendo ciertos gustos, se fije en ciertos temas. Ocupo un lugar marginal por elección, porque no encajo con la manera industrial de hacer cine, no es mi forma. De todos modos, no creo que sean temas “marginales”, sino “marginalizados”.
¿Milita o militó en algún partido?
No, ni siquiera en mis años de estudiante. Mi militancia tiene que ver con lo que hago. Sé que una película no va a cambiar la sociedad pero puede sumar a la hora de pensar cambios culturales, de esquemas de pensamiento. En la actualidad, la batalla es cultural.

La Cruz del Sur (2003) y Ángeles Caídos (2007) fueron las últimas realizaciones de este autor, que aclara que no ubica al documental por encima de la ficción, sino que prefiere un cruce entre ambos. En esta última obra se expone la dura realidad de los personajes con una cuota de optimismo. Tres jóvenes se abren camino y esquivan los obstáculos cotidianos de su mundo a través de la música, otra de las pasiones de Reyero. “Los personajes fueron productos de una rigurosa selección”, revela el director sobre un proceso al que ya está acostumbrado. El elenco de La Cruz del Sur, por ejemplo, estuvo integrado en su mayoría por habitantes de la zona de rodaje, fruto de un casting que duró casi un año y medio.
En el ámbito profesional, Reyero deambuló por las diversas aguas del periodismo. Escribió en Página/12 y en la revista Viva de Clarín, realizó documentales para televisión, trabajó como investigador periodístico en ciclos como El Otro Lado y Bajo Palabra, conducidos por Fabián Polosecki y Joaquín Morales Solá, respectivamente. A pesar de haber experimentado en diferentes ámbitos y tareas a lo largo de su carrera, es evidente que encontró en el cine un lugar para desarrollar su vocación. Confiesa que su mayor virtud como director es la “sensibilidad del tiempo, del ritmo, algo principal a la hora de ocupar ese rol”.
Reyero no puede ocultar su pasión, que hace de su trabajo una afición. Enumera una enorme lista de directores que lo marcaron, desde Leonardo Fabio hasta Pino Solanas y, de la misma manera, se cuelga varios minutos mencionando parte de la programación de Canal 7, donde se desempeña como asesor de cine desde mayo de 2006.
Después de dos horas de conferencia frente a los estudiantes de Comunicación, este hombre de pelo gris y barba prolijamente larga, se despide con algunas recomendaciones dignas de ser escuchadas. Habla de fuentes de financiamiento al alcance de todos, de subsidios que no son difíciles de conseguir, de la necesidad de “encontrar una idea debajo de cada baldosa” y de las posibilidades de darle viabilidad a esas ideas. Si las chances de llevar adelante un proyecto se dificulta por esos medios, “te buscas tres amigos, una mini DV, y está todo bien”, remata con convicción. Con tono seguro, de consejo autorizado, expuso sus ideas como alguien que ya dio los pasos del auditorio, que conoce sus deseos y sus fantasmas. Logró mostrar parte de un camino que, según él, se hace caminando.

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