martes, 25 de marzo de 2008

TELEVISIÓN POR LA IDENTIDAD

En la casa de las Abuelas de Plaza de Mayo aun se sienten los rebotes del ciclo Televisión por la Identidad. Suena el teléfono y del otro lado se escucha a hombres y mujeres de entre 27 y 32 años que hacen referencia a Tatiana, Juan, Lorena, Juliana, entre otros, cuyas historias los impulsaron a bucear en su novela familiar. Tatiana y Juan recuperaron su identidad y sus historias de vida fueron contadas en los primeros capítulos del ciclo que emitió Telefé en octubre del año pasado; Lorena y Juliana son nietas que pudieron criarse con su familia pero que aun hoy buscan a sus hermanos nacidos en cautiverio. Ellas dieron su testimonio de búsqueda al finalizar el tercer capítulo de canal once y muchos de los jóvenes que las vieron pensaron que podían ser sus hermanos.
Pero estas son sólo anécdotas de lo que se traduce en números: durante todo 2007, en la sede de Abuelas de Plaza de Mayo Capital 659 jóvenes se presentaron y abrieron su legajo en la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CONADI) para, luego de una investigación documental, realizarse el examen de ADN que acredite o descarte que son hijos de desaparecidos. La cifra es abrumadora si se piensa que en todo 2004 –año en que se entregó la ESMA– hubo 246 resentaciones espontáneas y que en 2006 –con el auge de la novela Montecristo que instaló la problemática de la apropiación, también emitida por Telefé– hubo 331 presentaciones.
Desde hace más de diez años las Abuelas vienen apostando a los medios y a figuras mediáticas para convocar a los jóvenes que podrían ser sus nietos, pero lo que ocurrió con Televisión por la Identidad fue inédito en la asociación. Nunca antes había habido tantas presentaciones espontáneas de jóvenes con dudas sobre su identidad en estos 30 años de lucha.
Una conjunción de razones hicieron esto posible: los 30 años de búsqueda de las Abuelas de Plaza de Mayo; la edad de los nietos, muchos de ellos padres que se enfrentan a sus dudas cuando sus hijos comienzan a hacer preguntas sobre su historia familiar; el trabajo de los organismos de derechos humanos en materia de verdad, memoria y justicia; el trabajo de las Abuelas relativo a la promoción y defensa del derecho a la identidad; la anulación de las Leyes de Obediencia debida y Punto Final; el inicio –muy tardío– de los juicios a los responsables y ejecutores del terrorismo de Estado y los avances en materia de políticas de memoria. Todo esto de a poco fue decantando, generando el caldo de cultivo para que la sociedad comenzara a comprometerse con su historia. Y en este contexto fue que Telefé decidió apostar a la “ficción comprometida” y colaborar con la búsqueda de los jóvenes apropiados durante la última dictadura militar en el mes aniversario de los 30 años de Abuelas de Plaza de Mayo.
Los antecedentes
Luego del éxito del ciclo Teatro por la Identidad, las Abuelas de Plaza de Mayo pensaron que contar la historia de sus nietos buscados y encontrados en la pantalla chica sería otra buena estrategia para llegar a los jóvenes buscados. Pero hubo que esperar al menos cinco años para que la idea se materializara. Fue Telefé, de la mano de Claudio Villarruel y Bernarda Llorente –director y subdirectora artísticos de Telefé–, con la pluma de Marcelo Camaño y la producción
de Claudio Meilan, quienes hicieron el proyecto realidad. “Cuando empezamos a hacer el programa nos propusimos hacer algo superior a Montecristo, tanto en términos de compromiso con la temática como en función de calidad televisiva. Es que teníamos detrás nuestro la confianza de Abuelas: no podíamos dejar de estar a la altura de la asociación”, señalaba Villarruel días después les lanzamiento de los unitarios que fueron repetidos a pedido de la audiencia y vendidos junto al diario Página/12 en diciembre.
Se sabe el poder propalador de la televisión y por eso las Abuelas nunca desistieron de la idea. Pero también se sabe sobre la dificultad que a veces presentan los medios para difundir noticias que implican a militares, jueces, médicos y civiles poderosos en hechos delictivos como el robo de bebés y la sustracción de identidad entre otras cosas. “Más allá de que uno es empleado de un canal comercial de televisión, también es cierto que uno puede encontrar o generar fisuras en la industria para canalizar sus compromisos en la pantalla. Nosotros creemos que la TV no es sólo rating”, explicaba Llorente a los medios en octubre del año pasado. Pero televisión por la identidad también fue rating. De los 659 jóvenes presentados en 2007, 241 fueron recibidos en el mes de noviembre, luego de la emisión de los capítulos de Televisión por la Identidad.
Chicos robados
La sede de Abuelas sigue recibiendo llamados de jóvenes con dudas, pero también llamados ansiosos por saber los resultados de ADN. “Ojalá al menos cinco sean familiares”, se escucha decir por los pasillos de Abuelas. Y parece absurdo que después de un año de tantas consultas
se espere tan poco. Pero la realidad es que por cada nieto encontrado por las Abuelas de Plaza de Mayo cientos de jóvenes, con todas las características para ser hijos de desaparecidos, luego del análisis quedan excluidos de las familias que han dejado su sangre en el Banco Nacional de Datos Genéticos.
La apropiación de niños durante la última dictadura se enmarcó en el tráfico de niños, que aún hoy existe en Argentina. Así, mientras los hijos de desaparecidos eran sacados de los brazos de sus padres por razones políticas, otros tantos eran apropiados por razones económicas, diferencias familiares o simplemente por caer en la redes del tráfico de menores. El derecho a la identidad es inalienable, predican las Abuelas, y si un joven es “obtenido” de manera ilegal, sin mediación de la justicia, se lo condenará de por vida a desconocer su origen. Las adopciones ilegales privan a los niños del derecho a la identidad.
Esta es la difícil realidad, por eso cualquier joven nacido entre 1975 y1981 podría ser uno de los nietos buscados por las Abuelas. Pero sólo podrá constatarse a través del análisis de ADN en el Banco Nacional de Datos genéticos, ya que el accionar de los traficantes de niños y el silencio cómplice de los artífices de las apropiaciones hace imposible dilucidar quiénes son los familiares buscados. Sólo la difusión y colaboración de los argentinos podrá resolver este problema que nos aqueja a todos: “Ojalá que este ciclo invite a que la sociedad participe y se involucre para permitir que otros chicos se acerquen a preguntarnos si son nuestros nietos”, decía Estela Carlotto en el lanzamiento del primer ciclo de Televisión por la Identidad. Algo así ocurrió, ahora hay que esperar a los resultados y a lo que provoque el segundo ciclo de Televisión por la identidad.